Pablo A. Cicero Alonzo
La paradoja del día más frío del año: el hervidero político en el que se convirtió el cuarto informe del gobernador Mauricio Vila Dosal. Aún con el paréntesis pandémico, la vocación de ínsula de Yucatán relegaba este tipo de eventos en acartonados monólogos del mandatario en turno, a los que se asistía por obligación.
Las mismas caras, los mismos discursos, en endogámico, interminable bucle. Tal vez, con la folclórica excepción de los performances protagonizados por Ivonne Ortega, la norma era el aburrido déjá vu, la lucha constante de domar el bostezo.
Ayer, con la llegada de los invitados, aún con las narices frías de la noche, la temperatura del escenario —el centro internacional de congresos— fue subiendo poco a poco, hasta tornarse en caldera; como en pocas ocasiones, Yucatán se convirtió en el epicentro de la política nacional. Un peregrinar de huaches, encantados con gozar de la guayabera; bárbaros del norte, con anacrónicos bigotes; inquietos integrantes de clanes y tribus del sureste… Todos convergieron aquí; babel en el que se mezclaron todos los acentos del país.
En primera fila, los artífices del relanzamiento de la alianza opositora, que apenas unos días antes acordaron las reglas de elección del candidato a la presidencia; senadores y diputados federales, gobernadores, ex gobernadores y alcaldes de todo el país; capitanes de empresas y líderes de sindicatos nacionales y funcionarios federales se unieron a un evento que, hasta ayer, estaba reservado a los autóctonos, tan autonómicos.
El motivo de esta convocatoria tiene varias razones, una de ellas, la revelación del secreto de la seguridad y el crecimiento económico de Yucatán, estado que vadea con éxito la tormenta en la que otros ya naufragaron.
Otra, la coyuntura misma del futuro de la alianza y la elección de su campeón. La alternativa que aquí encontraron es muy distinta a la que ofrecen otros, que incluso se dieron cita ayer, como Lilly Téllez y Enrique de la Madrid; en el momento más álgido de la polarización del país, en el Sureste escucharon a alguien que prefiere el diálogo a la confrontación: “Los ciudadanos ya están hartos de confrontaciones estériles entre sus gobernantes. Lo que exigen es que los gobernantes demos resultados”.
El discurso no sonó hueco, ya que el anfitrión fue desgranando, uno a uno, los resultados de su gestión, así como los frutos de sus relaciones con el gobierno federal.
Para los yucatecos, tan acostumbrados a la excepción, pocas fueron las novedades, no así para los visitantes. Vila Dosal marcó igual otras diferencias con el resto, como la de hacer referencia, en reiteradas ocasiones, al trabajo en equipo, asegurando que esos resultados eran fruto de un alumbramiento colectivo, un hombro a hombro; los que esperaban un arrullo en primera persona escucharon una sinfonía de voluntades.
Ante las ansias que carcomen unos futuros, el yucateco tampoco se dejó llevar por la inercia del momento, señalando que “el gobernante que quiera tener futuro político, primero tiene que dar futuro y resultados a sus ciudadanos”; Vila cambió el ritmo del juego: hay que ser útiles, antes de ser importantes. Y todo eso lo dijo ante propios y ajenos; ante panistas, priistas, perredistas, de Movimiento Ciudadano e incluso ante morenistas, de los cuales la mayoría llegó por convicción, como Olga Sánchez y Pedro Haces.
Por un día, hubo un santuario, un lugar en el que había lugar para todos, hasta para enemigos jurados: Ahí, escuchando a Vila, estaba Layda Sansores, a pocas filas de Alejandro Moreno.
Los que jugaron de locales, además de no pasar por alto estos guiños a otras latitudes, conocieron proyectos y obras para este 2023, eslabones más de las cadenas que llevan tejiéndose cuatro años. Incluso a los críticos pertinaces se les mojó la pólvora, ya que el informe fue una oportunidad para mostrar, en conjunto, un trabajo que se ve y se siente.
El repiqueteo de una lata de gas, que tanto ha sido ordeñada, dejó ya de sonar, dando paso a nuevos sonidos y otros temas.
