¿Tú por qué crees que la gente se vuelve corrupta?

Por: Manuel Francisco Lizarraga

MÉRIDA.- Comentando uno de los numerosos casos de corrupción que ocupan nuestros medios de comunicación, un amigo me preguntaba: ¿tú por qué crees que la gente se vuelve corrupta?

La pregunta no es de respuesta sencilla y no quisiera en este breve espacio ofrecer una respuesta que pudiera parecer frívola, rápida o de salir al paso, para tan seria cuestión que por más de 40 años he conocido y que en la mayoría de los casos quedaron en la impunidad. Por eso creo que merece una buena reflexión. Ahí van pues unas cuantas líneas.

En primer lugar, el dinero tiene mucho que ver en todo esto. Alguien puede decidir entrar en un negocio sucio por tentación económica. Sin embargo, en la corrupción como en casi todo lo demás, el dinero no es fin, sino el medio; permite tener dinero en abundancia en corto tiempo …Y ese “tener” no es más que una forma más de búsqueda de reconocimiento, que responde a la perversa ecuación “tener es más importante que ser”.

Y es que nuestra sociedad, tristemente, sigue poniendo tanto peso en ello, que las personas se sienten tanto más reconocidas socialmente cuanto más poseen, sin importar lo vacía que esté su vida, aunque esté llena de cosas. Así es como algunos lo dan todo por un cargo; en el mejor de los casos cuando lo tienen quieren otro mayor, pero van dejando rastro en su ascenso frenético.
Decía Collin Powell: «No es bueno que tu cargo y tu ego estén muy juntos; porque cuando el uno caiga, caerá el otro». Esto es una realidad que se sabe, con la gran diferencia que en los últimos dos años al parecer se pretende erradicar.

Otra razón por la que se puede caer en la trampa de la corrupción es el afán de poder. Más arriba, más servilismo alrededor, más capacidad de someter a los demás, como ocurre en tiempos políticos, más afán de grandeza entre los grandes que le permite acceder al lucro y a la corrupción. Tiene su máximo exponente en los grandes eventos sociales donde corrompidos y corruptos juegan a deberse favores oscuros, y sonríen a la cámara desde el disfrute de su enorme visibilidad y supuesta amistad. Y poco después se niegan unos a otros y se acusan desde el banquillo. Es lo que se llama la muerte de la polilla, que en su afán de buscar la luz muere achicharrada…

Un argumento que también mencionaré de manera breve: corrupción y vulnerabilidad. Aquí nos encontraríamos con la necesidad que en los puestos más alejados del poder y donde los salarios son más bajos, existe un riesgo claro de exposición a la corrupción que viene de la necesidad. Así sin más, de la necesidad pura.

Por último (por hoy, porque esto daría para mucho más…) creo que el miedo es otra gran razón por la que alguien puede renunciar a sus valores y principios. Las amenazas y extorsiones que con tanto realismo nos han mostrado, -no es el caso de la estafa maestra- que son capaces de llevar a las personas a hacer cosas que no sólo están muy lejos de sus principios o de lo éticamente deseable sino al margen de cualquier planteamiento legal. La mente humana en este sentido no tiene límite cuando se pone a practicar el cruel ejercicio del chantaje.

Dos reflexiones finales, a propósito de lo anterior, que no por muy escuchadas son menos interesantes. La primera es que el corrupto no actúa solo: como en el tango, para que se produzca un acto de corrupción hacen falta dos, un sobornado y un sobornador, o un corrompedor y un corrompido. Por eso en una organización gubernamental o privada es importante trabajar en un modelo de cultura de valores que permita aislar estas conductas, de manera que los corrompedores tengan cada día más difícil encontrar a quien corromper, y se vayan quedando solos. Para que una organización se comporte de manera ética, todos los que trabajan en ella han de comportarse de manera ética; sin embargo, para que una organización se corrompa, se necesitan dos. Una fuerte cultura interna construida sobre valores y comportamientos es la mejor vacuna contra la falta de ética.

Y la otra reflexión: no existen organizaciones éticas, solo existen personas éticas, decía Karl Popper. Detrás de cada decisión, de cada pequeña elección diaria, hay una persona. Por eso, porque son las personas las que eligen actuar de manera ética o no, sepamos que cuando se trabaja en los comportamientos de una organización se está manejando el reconocimiento, la visibilidad, la vulnerabilidad, o el miedo. Y que éstos son tan poderosos a la hora de mover a las personas, que son capaces de vencer a los principios y valores de cada cual. Me dura esta reflexión mucho, muchísimo más de lo que me ha llevado escribir estas líneas.

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