Tierreros se motorizan y dejan atrás los sufridos caballos

[vc_row][vc_column][vc_column_text]Algo ha cambiado en Jaime, Alfonso y Charly. Obligados por los tiempos modernos, atrás ha quedado su carreta de madera tirada por un sufrido caballo.

Ahora se transportan en un antiguo Datsun, donde cargan los bultos de tierra que venden en 50 pesos. “Hasta en 45 se los remato, jefe”.

Jaime, el que se ve de más edad, aunque no pasa de 40 años, es quien aborda el tema espontáneamente.

“Ahora sentimos lo que sufrían los caballitos con el sol y el calor”, dice y enseguida voltea a ver su viejo vehículo, carente de aire acondicionado y donde Charly, el chofer, se asa de calor.

“Una vez se nos descompuso el coche y lo tuvimos que empujar hasta Kanasín, así lo llevamos mientras íbamos vendiendo en el camino”, expresa.

¿De plano ya no usan caballos?, le preguntamos.

“Para nada jefe, si nos ve la gente llaman a la Policía que porque es maltrato animal”, señala. “Para qué buscar problemas, mejor en este carrito”.

Jaime y Alfonso son los que encargan de ofrecer de casa en casa la tierra “buena, no kankab, no es tierra roja que luego se hace bollos y queda dura”, aseguran para convencer al cliente.

“Anímese, patrón. A 45 pesos le dejamos el bulto, aunque sea que salga para la comida”.

Es la frase con la que buscan ablandar el corazón de la “gente rica” los tierreros, que en su momento fueron los más odiados por los animalistas y que ahora recorren las calles ya sin aquellos caballos famélicos y hasta enfermos.

“La mera verdad la gente sí nos había dejado de comprar cuando nos veían con nuestro caballo, hasta casi nos echaban, así que ahora todo en este carrito… y creo que es mejor”, reconoce Jaime para dar por concluida la plática.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

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