Los albañiles sin trabajo, la otra cara de la tragedia en Paseo 60

[vc_row][vc_column][vc_column_text]La derrota se les nota en el andar. Son las 8:30 de la mañana y caminan por la calle 35, rumbo al Paseo de Montejo. Vienen con la vista perdida, sin hablar y traen una expresión de tristeza que dan ganas de correr y abrazarlos.

Los abordamos. Son seis jóvenes, albañiles todos, pero parecen niños tristes porque cargan con esa mirada de desconcierto que se les dibuja a los chicos cuando les pasa algo irreversiblemente malo.

Ellos trabajaron hasta ayer en la construcción del edificio que se derrumbó a espaldas del hotel Hyatt, en la calle 60 norte. La obra que se cayó pertenecía al complejo “Paseo 60”. Los seis albañiles son de Peto y desde allí y con una mezcla de sensaciones de miedo y angustia regresaron hoy a la chamba. Porque ellos estuvieron ayer cuando el edificio se cayó. Nadie se los cuenta, ellos vivieron el horror.

Sobre todo Fernando y Luis, de 30 y 23 años, respectivamente. Eran más de las 5 de la tarde y estaban arriba del edificio antes de la tragedia. “Estábamos colando la ménsula donde va el agarre de la trabe. Ya faltaba poco para irnos cuando escuchamos como una explosión, fue un golpe muy fuerte y seco y vimos que había polvo, humo”, explica Fernando, mientras Luis sólo mira el piso.

Fernando toma aire y continúa con el relato: “Mientras sellábamos las gargantas sonó ese estruendo y como vimos una nube de humo, nos miramos y nos preguntamos qué pasó. Algo nos decía que no era bueno entonces nos dijimos “No se ve nada, mejor nos vamos de acá’”, relata. Así fue como los dos salieron corriendo y bajaron por uno de los ascensores para trabajadores. Fue tal la reacción apurada que hasta dejaron arriba las herramientas.

Cuando bajaron, el edificio se derrumbó. “Si nos quedamos un minuto más, nos llevaba de corbata”, dice Fernando, ladeando la cabeza baja de un lado a otro. Luis sigue silencioso a su lado con la vista tiesa apuntando al suelo.

Ellos se fueron luego del derrumbe. Fernando cuenta que conocían a uno de los muchachos fallecidos. “No sé su nombre, pero tenía como 20 años y era sordomudo”, explica.

Uno de los compañeros de Fernando y Luis, desde un costado y sin dar su nombre, dice, apuntando a Luis: “A él se le subió la presión”. Luis sigue con la vista para abajo pero tiene los ojos llenos de lágrimas. “No dormí anoche, me quedó el miedo. Es una sensación que no se la deseo a nadie”, expresa, entre dientes.

Fernando lo ve llorar y él también rompe en llantos. “Nadie pensó que se venía todo abajo, la mera verdad nos salvamos, le damos gracias a Dios que no pasó a más. Cuando uno sale de su casa para trabajar de lo nuestro, no sabe si regresa vivo”, concluye.

Los seis se van a tomar la combi para regresar a su pueblo. Hoy nadie los recibió en la construcción para avisarles cuándo volverían a trabajar, o explicarles cómo será el tema de la paga durante los días que esté cerrada la obra, por lo menos, para preguntarles si estaban bien.- CGO.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

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