Leer el momento

[vc_row][vc_column][vc_column_text]La Sensorial/Columna
Por: Tomás Martín

Parecía una visita más a las obras que darían vida a la Pista Internacional de Remo y Canotaje en el puerto de Progreso, ese día me tocó darle cobertura al inicio de los trabajos de lo que sería un puente ornamental en las inmediaciones de la zona en donde hoy opera esa infraestructura deportiva.

Como solía suceder en cada visita a ese sitio, el entonces gobernador Víctor Cervera Pacheco disparaba con cargo al erario una comida para los representantes de los medios de comunicación que le acompañaban en sus giras de trabajo en el restaurante Los Remos, el cual hasta hoy opera.

Habría sido otro evento de los muchos a los que les di cobertura en el gobierno de Cervera, de no ser porque al calor de las cervezas y la tertulia, don Víctor terminó sentado en la mesa en donde estaba quien esto escribe.

Entre las muchas cosas que le preguntaron al entonces mandatario, surgió una que a mi juicio es una de las más interesantes que le pudieron haber hecho.

¿Qué es lo que hace diferente a un político de otros?, se le cuestionó.

De inmediato Cervera Pacheco contestó “hay que saber leer el momento, nunca adelantarse al hecho, ni subestimarlo, solo saber leerlo, y actuar en consecuencia, porque de lo contrario si no sabes leerlo, vas a tomar las decisiones incorrectas”.

Debo reconocer que a todos nos dejó pensando en eso de “leer el momento” y lo que entendí es que en política uno debe estar atento a cada acontecimiento, a lo que la gente demanda y espera de uno como gobernante, y saber actuar en consecuencia.

E independientemente de la opinión que se tenga del extinto mandatario, algo que se me quedó grabado es que al principio de su administración, cuando el país vivía una de las peores crisis económicas derivadas del llamado “error de diciembre”, Cervera Pacheco prometió que Yucatán sería uno de los primeros estados del país en salir de esa crisis.

Y pues mientras en otros estados se iban las inversiones extranjeras, en Yucatán se vivía un “boom” del sector maquilador que terminó generando miles de empleos y de la mano del puerto de altura de Progreso, hubo un importante crecimiento de la actividad exportadora local.

Ese crecimiento permeó e impulsó otras actividades productivas y Yucatán se posicionó desde entonces como una de las entidades con los niveles de desempleo más bajos de su Población Económicamente Activa y con mayor Inversión Extranjera Directa, fue el primer estado en lograrlo en medio de esa crisis.

Sin embargo, eso de “leer el momento” no pareció calar mucho en quienes sucedieron a Cervera Pacheco al frente del ejecutivo, en especial en figuras también emanadas del PRI como lo fue Ivonne Ortega Pacheco, y el recién terminado gobierno de Rolando Zapata Bello.

Ninguno de los dos fue capaz de “leer” y entender que los yucatecos, al igual que muchos millones de mexicanos, ya estaban hartos de la corrupción, de mantener a funcionarios ineficientes y de ver cómo muchos servidores públicos se volvían multimillonarios de la noche a la mañana y todavía tenían el descaro de presumir y exhibir sin ningún pudor los lujos y propiedades que jamás habrían podido obtener con el sueldo que supuestamente ganaban en el servicio público.

De Ivonne pues ya he hablado en otras entregas y creo que su administración no podría convencer a muchos de que se hizo algo por combatir la ineficiencia y la corrupción (más bien creo que no convencería a nadie o a muy pocos), y de Rolando, pues sin duda también fue un gobierno muy decepcionante en eso de “leer el momento”.

Rolando y sus promesas

Aunque en su toma de posesión como mandatario prometió que “combatiría ferozmente la corrupción”, la realidad es que nunca lo logró y por el contrario, su administración tampoco escapó de la presencia de personajes que hicieron millonarios negocios al amparo del poder, del descarado despojo de tierras a los ejidatarios para beneficiar a los amigos, de la apuesta por las obras faraónicas por encima de las obras necesarias.

Y no solo se equivocó en eso, sino que además se equivocó en designar a quien contendería por su partido para tratar de mantener el poder en la gubernatura.

Los resultados pues ya se conocen, el PRI con todo y su “mejor gobernador de México” según las encuestas que el propio equipo de Rolando se encargó de difundir durante todo el sexenio, sufrieron una apabullante derrota el pasado 1 de julio, una de la cual podrían no recuperarse en muchos años.

Y es que no solo fue la arrastrada épica en la contienda por la gubernatura, sino que el tricolor fue vapuleado en los municipios y principales ciudades del estado como Valladolid, Progreso, Umán, Ticul, Tekax y solo logró ganar en Tizimín, importante enclave ganadero del estado.

Candidato mal asesorado

Y es que el candidato Mauricio Sahuí Rivero tampoco supo “leer el momento”, pues igual que le pasó a Rolando, confiado en las cifras y encuestas hechas por su propio equipo de asesores y en los interminables elogios de sus fariseos, hizo una campaña no solo carísima y mala, sino que completamente contraria a lo que él necesitaba.

Más de una vez vi llegar a Sahuí a eventos proselitistas rodeado de un equipo de “colaboradores” que impedían (si tal cual) que la gente se acercara a saludar al candidato, como si éste fuese un “rockstar” y no un aspirante a un puesto de elección popular.

Eso sumado a la soberbia y poco tacto de muchos de sus colaboradores, y a que muchos de sus operadores políticos solo se clavaron el dinero que les dieron para promover el voto, pues así le fue el pasado 1 de julio.

Yo no sé si quienes hoy gobiernan Yucatán vayan a entender que la gente está harta de ese perfil de político tradicional, enguayaberado y almidonado, que llega a sus oficinas a las 11 de la mañana y se quita a las una de la tarde, cuando se digna a ir claro, porque muchos tuvieron sus “oficinas” en lujosos cafés y restaurantes en donde también nos cargaban la cuenta a los contribuyentes.

De esos políticos que llegan al trabajo pensando en qué se van a robar y cuánto van a poder desviar del presupuesto asignado o como le harán para llevarse la plata de la “caja chica” a sus arcas personales, de los que le dan la chamba a los del partido y no a quienes cumplen el perfil para el cargo.

En políticos que llegan buscando cómo puede crear una “nueva empresa fantasma” para hacer negocios con dinero público, en cómo le va a hacer para meter a sus familiares y amigos como aviadores en la nómina, en cómo le hará para trabajar menos y robar más.

Están hartos de los “moches”, de los “diezmos”, de las licitaciones a modo, de los sobreprecios de la obras y de las obras multimillonarias que no sirven para atender las verdaderas demandas de la población.

Políticos insensibles

Ni Ivonne ni Rolando ni Sahuí y ni muchos de sus más cercanos colaboradores lo entendieron, los ciudadanos ya están hartos de tanta corrupción y de gobiernos de compadrazgos, nepotismo y aviadores.

Están hartos de una burocracia obesa, costosa e ineficiente. De representantes populares que se atrevan a decir que la “corrupción es un asunto cultural” y que casi casi debemos aceptar que ellos y ellas son corruptos porque eso forma parte de nuestra cultura.

De tal modo, que si quienes hoy gobiernan no saben “leer el momento”, lo más probable es que terminen igual que los antes mencionados que además subestimaron por mucho el llamado “juicio de la historia”, ese al que muchos políticos le perdieron el miedo, cosa que a la historia le tiene sin cuidado, pues los juzgará tanto por lo que hicieron, como por lo mucho que dejaron de hacer.

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