Janal Pixán de día, Halloween de noche, en Yucatán

[vc_row][vc_column][vc_column_text]Mientras las escuelas se preparan para las festividades de Janal Pixán con sus tradicionales altares de muertos, otras fiestas se preparan para las mismas fechas, llenas de disfraces, terror, monstruos, dulces y trucos. Así viven hoy día los chicos yucatecos las celebraciones de inicios de noviembre.

Podríamos decir a los chicos les toca transitar dos celebraciones que nada tienen que ver una con otra. Por un lado, preparan sus trajes típicos para asistir a la escuela y participar en el armado de altares y, por otro, les piden a sus papás disfraces o asistir a fiestas donde puedan recolectar dulces.

Porque Mérida tiene ciento de actividades para Janal Pixán pero también hay varias para Halloween, como la fiesta que se organiza en el Parque Campanita, en el fraccionamiento Pinos, donde se cobran entradas de 150 pesos a los niños y 75 a los adultos para que pasen un rato de diversión, coman, paseen, se espanten y pidan dulces en varias casas. La actividad se ha transformado en una tendencia año tras año.

¿El Halloween espanta al Janal Pixán? ¿Qué sucede con las tradiciones, se pierden? ¿Qué pasa con la identidad del pueblo ante estas celebraciones tan distintas?

Julia tiene 11 años y pocos pelos en la lengua. Ella dice que tiene ganas de participar en el armado de altares en su escuela y también le gusta usar ropas típicas. Sin embargo, disfruta más la fiesta de Halloween porque le parece más divertida. Y lanza, sin anestesia: “Igual los adultos dicen que les gusta más el Janal Pixán, pero yo creo que lo hacen por la comida tan rica que se sirve en esas fechas”.

Niños felices en las dos fiestas

Mara Montes de Oca es maestra de primer grado. Esto quiere decir que convive a diario con niños de 6 años, aproximadamente. La docente cuenta que el Hanal Pixán se vive en la escuela con la representación del armado de altares. Mara dice que los niños vienen vestidos de blanco o con ropas típicas y que les gusta participar de esta actividad, sin embargo considera que día a día se van perdiendo más estas costumbres.

“Recuerdo que cuando era niña, en mi familia era muy importante celebrar estas fechas e íbamos al panteón, a misa y armábamos el altar. Hay que ver qué hacen los niños en sus casas, si preservan la cultura de poner un altar, ya sea con sus papás o sus abuelitos”, señala la maestra.

Niños yucatecos participan en un desfile de Halloween en Hunucmá. (Foto: Diario de Yucatán)

Mara no ve como algo negativo que los chicos se interesen en Halloween “porque para ellos significa disfraces, dulces y baile, es más ‘pachanga’”, señala. Y remarca que los niños son felices en las dos festividades.

“No veo mal que disfruten de Halloween, pero deben saber que esa no es nuestra cultura, que más bien la adaptamos a la nuestra, que tiene tradiciones muy importantes”, concluye.

Paella cultural

Por su parte, el maestro Raúl Lara Quevedo, coordinador del programa de Activación Lectora “Leer Uady” de la Coordinación de Cultura de la Universidad Autónoma de Yucatán (Uady) considera que no hay procesos estáticos en la cultura, son dinámicos y “nosotros no podemos vivir como vivían nuestros padres”, sentencia. Para el académico, el sincretismo es natural y resulta imposible pararlo.

“Somos una Mérida diversa y en esa diversidad es imposible imponer una única cultura y tradición. Si analizamos, el Hanal Pixán de hoy día tampoco es totalmente precolombino, no se ponían tantas cosas en los altares como ahora. Con la mezcla del catolicismo se fue modificando. Esto nos demuestra que no hay costumbres puras y auténticas, sino una ‘paella cultural´”, remarca.

Para el maestro la infancia de hoy día no es fácil. “Los niños están para enriquecerse y les tocó un momento difícil con tanta información a su disposición. Ahora entran a internet, buscan e investigan. Esa es parte de la construcción de identidad cultural que les toca vivir”, argumenta.

Sin ninguna duda, para estas festividades, Raúl opina que debe haber permisibilidad por la sencilla razón de que, cuando una costumbre es obligatoria, ya no es cultura, sino norma. “Y la cultura es libre”, sentencia.– Cecilia García Olivieri[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

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