Fuego, vida nueva, esperanza y fe en la Candelaria meridana

[vc_row][vc_column][vc_column_text]Se llama Delfina y es delgada y chiquita. Tiene 72 años y está sentada en uno de los bancos de la Iglesia de la Candelaria acompañada por cinco Niños Dios. Sí, cinco. Un por cada hijo que tuvo y que hoy, como cada año en este día en honor de la Santa Patrona, trae a la iglesia para ser bendecidos.

Delfina parece una mujer frágil, pero engaña. Se le nota en el timbre de voz. Sentada con un Niño Dios en brazos y los otros cuatro ordenados en fila a su lado (cada uno en su cunita de mimbre). Están vestidos primorosamente con impecables trajecitos blancos. Le preguntamos si cada año lava los trajes y nos mira raro: “Claro que no, les compro trajes nuevos cada año para que cuando yo ya no pueda venir a bendecirlos, mis hijos puedan traerlos y tengan ropita suficiente para cambiarlos”, explica, como si fuera obvio.
Christian, Arina, Carlos Jesús, Alexis y Amayrani son sus hijos y Delfina espera que la tradición que ella cumple al pie de la letra con amor y esmero perdure en el tiempo. Ojalá así sea.

La iglesia de la Candelaria es hoy una fiesta. Ciento de personas vinieron hoy a escuchar la misa, bendecir bebés, imágenes de Niños Dios, veladoras y estampitas. Tanto el nombre de Candelaria como el de la “Purificación” tienen su origen en la fiesta que se celebra 40 días después del Nacimiento de Jesús como clausura del periodo navideño. Con la purificación de la Madre y la presentación del Hijo en el Templo, queda cerrado en la Ley Judaica el ritual que acompaña el nacimiento de un niño.

La fiesta de la Candelaria se llama así porque en ella se bendicen las candelas que se van a necesitar en todo el año para que nunca falten en las casas la luz, tanto física como espiritual. Asimismo se bendicen las imágenes del Niño Dios y se presentan los bebés en el templo para también ser bendecidos.

Decenas de mujeres de todas las edades llegaron a la iglesia con sus Niños Dios en brazos, vestidos con diferentes colores, todos de yeso y sostenidos con mucho amor y cuidado, como si fueran bebés de verdad. También vimos hombres sosteniendo imágenes, muchos de ellos acompañados por sus esposas o hijas.

Aranza es una bebé de verdad, tiene cinco meses y no para de saltar y sonreír en brazos de su mamá, quien la trajo para recibir la bendición y así fue… Impecable se portó en todo momento y hasta sonrió para la cámara cuando Yucatán Ahora la grabó.

Mientras la mayoría escuchaba la misa, el resto de los presentes se deleitó el paladar con tamales, tortas de relleno negro y blanco y kibis, entre otras delicias yucatecas.

En sus cunitas de mimbre o en brazos, los Niños Dios bendecidos se fueron a sus casas donde permanecerán en altares o vitrinas hasta el próximo año, cuando nuevamente las mujeres los vistan con sus ropitas coloridas y los traigan de nuevo, para ser bendecidos.- CGO.

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