Francisco se parte el lomo y se quema las pestañas para pintarse un futuro mejor

MÉRIDA.- A sus 30 años, podría decirse que Francisco Javier Tun Centeno lleva una doble vida, porque por las mañanas es pintor de brocha gorda, ayudante de albañil y lo que se ofrezca para sobrevivir.

Sin embargo, por las tardes y noches se transforma en estudiante de ingeniería en mantenimiento por la Universidad Tecnológica Metropolitana (UTM).

En su mochila, además de las herramientas que requiere para sus labores como obrero, también carga su laptop para tomar sus clases en línea.

Los “maistros” e ingenieros con los que trabaja ya saben que a partir de las 4:30 de la tarde Francisco tiene que tomar clases y ya no lo ocupan.
Las clases concluyen a las 9:30 de la noche, y en lo que se mantiene despierto aprovecha para sus tareas e investigaciones. A ello se dedica también los fines de semana, cuando no tiene jornada laboral.

A veces en las casas y obras donde trabaja le permiten utilizar el internet, sobre todo cuando se enteran para qué es, incluso lo felicitan y le aconsejan que no desista en su afán de superarse.

Las mayoría de las veces Francisco toma sus clases en parques que tengan internet. Es seguido verlo en este menester en el parque de Mejorada.

Oriundo y con domicilio en la comisaría de Kuch Holoch del municipio de Halachó, a Francisco Javier le gustaría terminar su carrera de ingeniería en mantenimiento y dedicarse a la docencia, pues le gustan mucho las matemáticas, como buen heredero de aquellos matemáticos mayas que levantaron las pirámide que hasta hoy asombran.

Actualmente cursa el octavo cuatrimestre de la ingeniería. De hecho, ya completó el número de semestres requeridos para ser técnico superior universitario (seis cuatrimestres), pero él quiere terminar de graduarse como ingenierio.

Ya le falta poco, tres cuatrimestres, es decir, un año de clases teóricas y lo que resta para hacer su proyecto de tesis en alguna empresa.

Francisco despierta la admiración de sus amigos y familiares, y de todo aquel que se entera que está cursando una ingeniería con buenas calificaciones.

Sin embargo, no siempre le gustó el estudio, pues hubo un tiempo en que fue “rebelde y terco”.

Cuando terminó la secundaria entró a estudiar al Cobay de Halachó, pero abandonó sus estudios porque sentía que no era lo que quería, y se dedicó a trabajar.

Ocho años más tarde abrieron un telebachillerato en Kuch Holoch y entró sin pensar que ahí iba a terminar como bachiller, y de ahí le agarró el gusto a los estudios hasta llegar a donde hoy se encuentra.

En ese telebachillerato se le abrieron grandes oportunidades, como ir a evaluar a maestros docentes en lengua maya.

El primer año que los evaluó fue en la Facultad de Matemáticas y el segundo año en la UTM. También participó en el programa del Gobierno del Estado para enseñar la lengua maya a adultos mayores, tanto en lectura como en escritura.

“Me gusta lo que hago, quiero salir adelante, tener una profesión, es mi más grande anhelo terminar esta carrera”, asegura Francisco entrevistado en la obra donde trabajó hace unos días. “Desde hace años quería estudiar una ingeniería y ahora que tengo la oportunidad la estoy aprovechando”.

“Una vez obtenido mi título quiero entrar a una empresa y trabajar, pero lo que más gustaría hacer es dar clases en una prepa o universidad, dar clases de matemáticas, es lo que más me gusta”, expresa.

“También enseñar a la gente la lengua maya porque yo soy mayahablante y me gusta transmitir lo que yo sé y que nuestra cultura no se pierda”.

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