El pueblo sabio de Kinchil ya habló… y dice que Kekén apesta

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Radar Político/Columna

El pueblo bueno, el pueblo sabio de Kinchil no sabe de tecnicismos, de que si Kekén cumple o no con ley, que si su actividad es legal o no.

Lo que sí saben los vecinos es que la forma en que la empresa productora y exportadora de cerdos se asentó en terrenos de ese municipio no fue legítima.

Pero lo que tienen más certero es que la reproducción intensiva de cochinos está contaminando sus tierras, sus campos, sus apiarios.

De acuerdo con el alcalde Valentín Pech Dzib, las instalaciones de Kekén ocupan una extensión de tres mil hectáreas que anteriormente fueron tierras nacionales que les fueron cedidas.

Luego fueron ampliando sus instalaciones extendiéndose mediante maniobras legaloides que los tienen inmersos en litigios con familias de la zona a las que han afectado.

Las cuatro granjas instaladas en Kinchil funcionan como “hospitales maternos” de cerditos. De acuerdo con estimaciones, a diario salen de cada una mil 500 destetes, es decir, seis mil en total, para llevarlos a otras granjas de Kekén en el estado.

Funcionarios municipales calculan que la cantidad de cerdos que hay en esas granjas triplican la población de Kinchil, calculada actualmente en 7,500 habitantes.

Esta actividad intensiva de las granjas propicia que rebasen su capacidad, y que los biodigestores que deben elminar agua limpia y cristalina al subsuelo no estén cumpliendo su función.

La zona donde se instaló Kekén es ambientalmente frágil, como lo es casi todo el estado de Yucatán. Ahí el agua está a un metro sobre el nivel y en determinados lugares está a flor de tierra.

De acuerdo con el alcalde de Kinchil, es la única zona de Yucatán con cenotes a cielo abierto. En la época de lluvias se forman lagunas que se unen y forman grandes extensiones de cuerpos de agua donde habitan peces, anfibios y pequeños crustáceos, así como el cocodrilo Moreletti.

Ahí sacian su sed venados, jaguares y otros pequeños mamíferos, muchos de ellos endémicos de la Península de Yucatán.

Se supone que en esta temporada de secas, como parte del equilibrio ecológico, la zona debe conservar solo pequeños cuerpos de agua, pero ahora el área está invadida por lagunas pestilentes de los desechos que arrojan sin tratar las granjas de Kekén.

El alcalde advierte que en los espacios donde se dejan de arrojar estas aguas sucias la naturaleza reverdece, pero se ignora cuánto tiempo más el equilibrio ambiental podrá soportar estos ataques de empresarios sin escrúpulos, que benefician la ganancia económica por encima de la vida, no solo del pueblo de Kinchil, sino de toda una Península.

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