El calor de la fe para una de las noches más frías del año

[vc_row][vc_column][vc_column_text]¿Qué hay frío? ¿Qué sigue la heladez? Ni modo, hay que salir a la calle igual, aunque ya se haya ido el sol. Chamarra, pantalón largo, medias y zapato bien cerrado y a combatir la humedad fría.

Así estábamos anoche. Después de un baño caliente, nos alistamos para ir a ver a todos los peregrinos que, paso a paso, pedaleando o arriba de una moto o vehículo de cuatro ruedas llegaban hasta la Iglesia de San Cristóbal para celebrar a la Virgen de Guadalupe, en vísperas de su día, hoy 12 de diciembre.

A las ocho de la noche, miles de personas ya habían copado las inmediaciones del tradicional barrio meridano y el tránsito era bastante difícil por la cantidad de peatones, bicicletas, motos y vehículos en general. Pero llegamos hasta la iglesia, donde se oficiaba misa con cientos de feligreses presentes, y la heladez ya era historia. Se sentía el calor de la gente, el abrigo de la fe, sea uno católico o no. Son esas cosas intangibles que pululan en el aire y que hay que vivir para sentirlas.

Muchos jóvenes de distintas partes del Estado y del país, probablemente los más aptos para recorrer horas de distancia a pie, trotando, en bicicleta o en moto, llenaron San Cristóbal. Platicamos con cuatro chavos de Chuiná, Campeche, quienes llegaron anoche a rendirle tributo a la Virgen Morena. Roger, Miguel, Javier y Víctor son cuatro antorchistas de entre 18 y 20 años que se conocen desde chavitos porque viven en la misma comunidad. Al calor de la fe, se animaron a hacer esta pelegrinación y están contentos de la decisión que tomaron, tanto es así que hasta nos regalaron un rap, improvisado por Miguel.

De Tekit llegaron Yanelly, Alma y Juana de la Cruz con un grupo de antorchistas de 13 personas de todas las edades. Ellas son chavas y se preparan para regresar a su tierra, ahora corriendo por la Santa Patrona.

Eusebio y Angel son padre e hijo y los encontramos en un costado de la iglesia de San Cristóbal, cuando apenas se bajaban de sus bicicletas después de dos horas de pedaleo. Llegaron de Mesatunich, en Acanceh y, aunque están cansados, compartieron con nosotros su experiencia.

“Es la primera vez de mi hijo (Ángel tiene 16 años) y vinimos sólo él y yo. Le estoy enseñando el camino y cuando yo ya no pueda venir, espero que él siga la tradición”, cuenta Eusebio, cansado pero entero y contento. Relata que antes de ser papá, vino dos veces a visitar a la Virgen en su día, pero cuando nacieron sus hijos dejó de venir. Por eso ahora es muy importante para él retomar esta tradición con su hijo mayor. Quizás lo que no sabe Eusebio es que, estas dos horas de pedaleo con su hijo adolescente, quedarán para siempre en la memoria de los dos.

De Holbox entró a pie un grupo de unas 50 personas de todas las edades y en su mayoría mujeres, cantando “Manzana, peras, la Virgen nos espera/No hay cansancio, no hay olor, con María sólo amor”. La emoción de sus caras a unos metros de la iglesia, hacía que las palabras sobraran.

José Luis vino en moto de Temax con sus cuates antorchistas del grupo “Espíritu Guadalupano”, que hace nueve años salen juntos. Son 30 hombres de 15 a 40 años que vinieron en 10 motos, cinco bicicletas, un taxi y un auto. Vienen cada año con una promesa personal cada uno para cumplir. Las motos –de cilindradas 150, 180, 200 y 250- están flamantes y todas decoradas con imágenes guadalupanas.

Le preguntamos a Gaspar sobre la Santa Patrona y se le dibuja una sonrisa de oreja a oreja. “La Virgen Es nuestra madrecita, es todo, sin ella no somos nada”, concluye y se pone el casco, se sube a su moto, acelera y parte con el corazón rebosante de fe.- Cecilia García Olivieri[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

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