De 2 mil a 2 mil 500 dólares la cita en migración.

Los migrantes, la ruta de la corrupción

La cantidad de extranjeros que buscan llegar a la frontera norte del país e ingresar a Estados Unidos ha aumentado notablemente en los últimos tres años. Rusos, cubanos, chinos, iranies, pasquistanís, colombianos y venezolanos suman más que los centroamericanos que tradicionalmente migran al “sueño americano”.

Mérida es un punto importante para estos migrantes, las mafias que controlan las rutas de los “muleros” como los apodan tienen rutas establecidas y verificadas, con puntos estratégicos para pernocta, cambio de vehículo y cobijo en caso de situaciones extremas.

Es público en internet, “las agencias” de viaje que promueven estadías de 5, 7 y hasta 15 días en rutas desde la frontera sur en ciudad Hidalgo, Chiapas, o Talismán, como también se le conoce, a destinos como: Tapachula, Villahermosa, Chetumal, Bacalar y Mérida, donde se concentran las casas de seguridad.

Adrian, cubano de 31 años, atestiguó el proceso y narra su aventura, detallando los mecanismos de “atención” que tienen los “polleros” mexicanos que esperan a los grupos ya contratados y que contactan previamente a sus “protectores” en el camino hasta la frontera para cruzar al vecino país del norte.

Adrián huyo de Cuba el pasado mes de octubre, con silencio total a su familia, amigos y conocidos. Participó en las protestas del 11 de julio de 2021, cuando de manera espontánea decenas de isleños salieron a protestar a las principales calles habaneras y otras ciudades del interior, ante la situación de hambre, dolor y desesperanza en la que viven millones de cubanos.

La represión del gobierno fue dura, hoy cerca de mil personas, incluso niños están en la cárcel por haber sido identificados en la protesta que fue apagada brutalmente por el estado represor y ha puesto bajo medidas de seguridad a muchos de los que salieron a reclamar la “libertad” que el gobierno les niega.

Tras los hechos del 11 de julio, Adrian, licenciado en Turismo, divorciado y con dos hijos, se escondió fuera de La Habana, tras el aviso de que la justicia lo reclamaba. Con la ayuda de personas del exterior, con el apoyo de redes sociales, informó de las condiciones en las que habitaba en una masmorra en Colón, un poblado distante a la capital cubana, donde permaneció en completo silencio por casi 2 meses.

Las condiciones permitieron recuperar algunos documentos personales que dejó olvidados al salir de Guanabacoa, donde vivía con su madre, para luego tratar de llegar a la costa y buscar un mecanismo de salida de la isla. Una oportunidad de abrió y cruzó en barco hasta Nicaragua, una travesía corta que le costó mil 500 dolares. Ya en Centro América, de manera inmediata la red de escape lo llevó a la frontera con Honduras, donde cruzó por una zona de cerros, nuevamente de manera indocumentada.

Con el respaldo económico de sus colaboradores, cruzó a Guatemala, de manera inmediata a México, donde requirió quedarse por casi 2 meses en un casa de seguridad en Tapachula. Las cosas habían avanzado, pero no tenía dinero para continuar, sus “padrinos” agotaron sus condiciones y se quedó a la deriva sin soporte de comida y techo.

Con un telefono prestado, consiguió contactar vía whatsapp a familiares en Miami, le enviaron algunos dólares y pudo regresar a la casa de seguridad. Ahí, una familia cubana tiene una quinta, con 14 dormitorios donde pernocta gran parte de los “yumas” que van rumbo a Estados Unidos, la estadía cuesta 15 dólares diarios.

El cuarto de hospedaje tiene un catre, un ventilador, hay moscos, no incluye la comida, hay un baño para varias personas y todos buscan salir de ahí lo antes posible. El dueño del negocio trabaja con un abogado, que a su vez, contacta las citas en migración. No todos pueden obtener una cita, la lista de espera es de 25 y hasta 30 días.

El abogado chiapaneco, se encarga de incluir citas en la oficina de migración, dependencia que solo permite 20 citas al día. La meta es obtener una tarjeta de humanitaria que en origen, debe de ser gratuita, pero, los trámites tienen un costo. Según el propio Adrián, en Tapachula, encontró 7 casas de “protección”, todas llenas de gente, de muchas partes, incluso gente de china y la India que esperaban su turno rumbo a migración.

Al no tener suficiente dinero, buscó trabajo en una tienda Oxxo, trabajó tres semanas, pero la paga era muy mala y no se logró quedar. Buscó al abogado para el trámite y solicitó más dinero a sus familiares en Miami. Habían pasado ya 4 meses de su salida de Cuba y aún no veía la frontera norte tan anhelada.

Con los recursos mínimos insistió con el abogado para solicitar la cita. El abogado le pidió 2 mil 500 dólares para completar el turno en migración. Las condiciones apremiantes obligaron a buscar todas las alternativas, consiguió dinero prestado de un amigo en Tampa que le enviaron a una tarjeta Saldazo y tuvo que sostener relaciones sexuales con el abogado para lograr la cita.

En migración de México las cosas son distintas, no importa el idioma, si entregas los 2 mil dólares por la “tarjeta humanitaria”. Dinero en mano cursó la plática con el funcionario federal, el pacto era simple, te pregunta de donde vienes y si me dices, ¿puede ser hoy? entonces, el agente de extranjería abre el cajón, colocas el dinero discretamente y sales de la oficina, en un tiempo récord de 14 minutos.

Una vez cumplida la entrevista, la oficina emite un comunicado para informar del numero de personas que “obtuvieron” la tarjeta, narra Adrián. Con paciencia, el cubano esperó el mensaje vía telefono celular que tenía que enviarle el abogado. La noticia llegó por la noche, dos días después.

Así, el viernes de la segunda semana de enero acudió a la oficina de migración donde recibió el pase-salvo conducto para continuar su viaje. Una parte había concluido, quedaba aún el tránsito hacia la frontera norte, donde, Adrián había escuchado y leído horrores de las personas que buscan a un pollero para cruzar a Estados Unidos.

Con la tarjeta en la mano, pudo comunicarse con su familia y amigos dos ciudades de Estados Unidos, quienes nuevamente brindaron apoyo. Llegar hasta el vecino país del norte costaría aún unos 12 mil dólares más.

En la misma casa de seguridad de Tapachula, le asignaron a un “protector”. Un oaxaqueño, hombre de entre 45 y 50 años de nombre Manuel, quien cobró 3 mil 800 dólares por llevarlo a él y a 3 personas más hasta México, donde se hospedarían en un hotel cercano al aeropuerto para llegar a la frontera.

La travesía de Tapachula a México fue larga, paisajes distantes, comida barata, baños de gasolinera y rutas carreteras. Con un mapa que le dieron en Tapachula, trataba de adivinar donde era cada ciudad y cada punto por el que transitaba. Dos días después llegó a México y se deslumbró del tamaño de la ciudad. De manera directa fueron llevados a un hotel barato, a poca distancia del aeropuerto, la consigna era clara, la única salida autorizada era para llegar al aeropuerto.

El pollero Manuel dejó el hotel por la tarde y retornó al día siguiente por la mañana, tenía los boletos de avión por Viva Aerobus. Al día siguiente, miércoles a las 9.40 de la mañana abordó el vuelo 1289 a Cuidad Juárez, ahí otra personas iría por ellos al aeropuerto para cruzarlos.

La ruta 2 horas y 40 minutos, Adrián nunca había viajado en avión. Al llegar a Juárez con sus compañeros de viaje, una familia de 3 personas, originarias de Pinar del Rio, con quienes habló lo indispensable, fuero abordados por elementos judiciales federales, elementos del Ejército y policias de civil, pidieron documentación y se las entregaron.

El contacto en Juárez avistó a los agentes de seguridad y los saludó, posteriormente, salieron de la terminal área. El pollero en la frontera no dijo nunca su nombre. Adviertió que las cosas serían riesgozas, el costo 5 mil 500 dólares por persona. En una camioneta se trasladaron a una casa donde comieron y se bañaron. Por la noche, cruzarían la frontera.

Como se estableció desde la llegada, el pollero preparó todo el equipo y las condiciones, a media tarde, comieron y fueron al baño, no había más tiempo. La familia cubana eran una mujer y el marido mayor de 30 años, su hija tenía quizá 7 u 8 años. Pasadas las 7 de la noche, el pollero los llevó a una vagoneta camper grande, con matricula de Estados Unidos. Los cuatro pasajeros se acostaron sobre el piso, -doble fondo- de la vagoneta.

El trámite era el siguiente: una vez iniciado el viaje, era silencio total a cualquier precio. Al cruzar “la línea”, habría revisión de seguridad, incluendo perros rastreadores de drogas, por ello, la urgencia de un silencio absoluto era vital. El cruce se realizó pasadas las 9 de la noche, el pollero con el vehículo se detuvo en el estacionamiento de la guardia fronteriza, para inspección, permaneció ahí por espacio de 20 minutos con silencio total.

Pasadas las 10 de la noche, el vehículo arrancó y se introdujo a la ciudad de El Paso, donde el pollero, alcanzó a llegar al centro de la ciudad estadounidense, se detuvo en un Mc Donald y bajó a Adrián y la familia que había cruzado. En ese sitio, dos personas esperaban a la familia de Pinar del Rio, Adrián, se despidió de los cubanos y se enfiló al aeropuerto a buscar un vuelo a Miami, la travesía estaba a punto de termianr.
En El Paso, Adrían aguardó en las bancas del aeropuerto hasta la madrugada, obtuvo un billete para llegar a Fort Lauderdale, a donde llegó en las primeras horas del viernes 3 de febrero, ahí, según narra en su crónica, lloró por largas horas a la puerta de salida de la aerolínea Spirt Air lines, el viaje había terminado, iniciaba ahora, la nueva rutina de otro mundo, al que tendría que descubrir poco a poco.

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