Cuando los muertos dejan de asustar y se convierten en paseo… de ánimas

[vc_row][vc_column][vc_column_text][/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]Tienen 11 y seis años y nunca entraron a un cementerio de noche. Es más, el concepto que tienen ellos dos de la muerte y, sobre todo, del Día de Muertos, dista mucho del que viven en la nueva tierra que habitan, la de su papá yucateco.

“¿Pero cómo vamos a ir a un cementerio de noche?” Preguntó la preadolescente Julia, de 11 años. Pregunta. Y agregó, porque pocas veces se puede quedar callada “¡Estás loca, mamá! ¿Cómo nos vas a llevar?”, haciendo caras y revoleando los ojos, como hacen a esta edad.

“En el cementerio están los muertos, ¿No? Creo que me va a dar miedo”, anticipó Martín, de seis años, haciendo pucheros.

Vienen de Buenos Aires, Argentina, y recién viven en Mérida hace poco más de cuatro meses. Para ellos, el Día de Muertos pasaba sin pena ni gloria, excepto por algún altarcito que su papá yucateco y su mamá argentina improvisaban cada año para la madre del papá y abuelita de los niños.

Y ni qué hablar del concepto de la muerte que se vive en Argentina. Allí los cementerios son lugares de piedras grises o negras, lúgubres, lleno de bóvedas con gárgolas que asustarían al más valiente. El escenario es digno de cualquier película de terror, así que era entendible, pues, que tuvieran miedo.

Pero, como dicen acá, “Ni modos”. “Se alistan y salimos rumbo al cementerio porque a mamá le toca hacer una crónica sobre ‘El paseo de las ánimas’, vamos, vamos,”, sentenció la madre.

Llegaron al Cementerio General de Mérida poco antes de las 8 de la noche. El ambiente, fresco como el frente frío que trajeron las ánimas, tenía impregnado un aire especial, como a flores. Dicen que cuando uno huele flores, es porque el alma de un muerto está cerca ¿Será cierto?

En silencio, ciento de personas entraban por una de las calles principales del Cementerio General. A sus lados, algunas tumbas y bóvedas habían sido iluminadas con colores vivos que le daban un aire único a la noche. Los visitantes, vestidos con ropa informal, otros con trajes típicos y muchos con las caras pintadas de calaveras, caminaban como atraídos por unos rezos mayas que se escuchaban a lo lejos: Era un ritual para la ocasión.

Los visitantes rodeaban un escenario donde un sacerdote maya daba la ceremonia a los presentes. El aire estaba impregnado de incienso que esparcía el mismo sacerdote mientras rezaba. A un costado se preparaban las ánimas que iban a marchar hacia La Ermita, precedidas por el alcalde Mauricio Vila, su esposa y colaboradores.

Pocos minutos pasadas las 8 de la noche, el cortejo de ciento de ánimas comenzó a marchar. Niños, jóvenes adultos y hasta ancianos se unieron a la caminata con sus trajes típicos, sus caras pintadas y sus velas, iluminando el camino de los vivos. El espectáculo, en sincretismo total con la religión, las costumbres mayas y las de otras partes del país, le daban un aire mágico a la noche. Y no lo dice sólo la cronista, lo cuentan también los espectadores:

Rosy es de Tamaulipas y está de paseo con su familia en Mérida. Se enteró del Paseo de las Ánimas y no dudó en visitar el Cementerio General. “Me llama la atención cómo viven las tradiciones, es un espectáculo hermoso, digno de ser visto”, manifestó.

Ana e Ingrid son dos chavas yucatecas. Conocen las tradiciones, sabían de las actividades que se hacen año tras año, pero ninguna de las dos había venido al cementerio. “Me contaron que el evento estaba bonito y no dudamos en venir. Realmente vale la pena”, dijo Ana.

José es un papá joven y explicó que viene por sus hijos. “Es la primera vez y veo que ellos lo disfrutaron mucho y yo también”, explicó. Otros papás jóvenes fueron Abril y José, que vinieron con su bebé. Los tres quedaron encantados con el espectáculo. “Es realmente digno de ver, fue excelente”, afirmó Abril.

De Chocholá vivieron María Aurora, Gabriel y su nieta Heydi para ver el “Paseo de las Ánimas”. “La forma en que le hablan a los difuntos es muy bonita y para nosotros es un privilegio estar hoy junto a ellos, lo digo con el corazón porque soy muy creyente”, manifestó emocionada María Aurora.

Julio es policía y estaba en servicio. Explicó que, a pesar de que la asistencia es de miles de personas, el sistema de vallado organizó bastante la situación. Dijo que pudo ver poco y nada del espectáculo por su trabajo pero que vino con su familia y ellos sí lo disfrutaron.

María Belén tiene dos años, un vestido amarillo y la cara pintada de calaverita. Se sentaba sobre una tumba y posaba sin pudor para la cámara junto a su hermano Emanuel, disfrazado de la muerte. Su mamá Lourdes asiste hace tres años al Paseo de las Animas. “La primera vez vine embarazada de María Belén, el año pasado la traje con sólo un año y ahora tiene dos y es nuestro tercer paseo. Estas son nuestras tradiciones y es muy importante que se las inculquemos a nuestros hijos”, remarcó.

De salida del cementerio, varios adolescentes y millennials -algunos disfrazados, otros con las caras pintadas de calaveras- se tomaban fotos y se filmaban entre las tumbas. Algunos hacían historias para Instagram para compartir en el momento.

Julia y Martín salieron del cementerio brincando y parloteando del evento que acababan de ver. A la niña le llamó la atención la cantidad de gente que se reunió para el paseo y algunos disfraces y caras pintadas. Al niño le encantó el humo que salía en la ceremonia maya. Evidentemente a los dos se les olvidó que fueron a un cementerio, de noche, a visitar muertos.- Cecilia García Olivieri.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

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