Cuando caiga la última abeja, se termina el mundo

[vc_row][vc_column][vc_column_text]”Ellas son como mis hijas, son algo muy preciado, son mi santuario, mi oro”, afirma Anselma Chalé Euán, al referirse a las abejas meliponas que cultiva y preserva en la Hacienda Xcunyá, subcomisaría ubicada al norte de de Mérida.

“Yo vivo con ellas, ellas me ayudan a vivir en armonía y en paz, cuando hago mis pequeñas ceremonias sé que ellas me escuchan, cuando vengo en las noches disfruto el zumbido y cuando me acuesto y me duermo, sueño con mis abejas”, relata la fundadora del meliponario “Kúuchil Cab”, “El lugar de las abejas” en español.

“Su color es amarillo y negro, por eso yo amo el amarillo, es el color del Sol, es armonía, es amor, es paz: ellas tienen todas esas cualidades”, asegura Anselma, hija de apicultores, quien se dedica, además de la meliponicultura, a la cría de la abeja europea y a la herbolaria.

“Siempre he pensado como mi abuela me enseñó: las abejas vuelan y el mundo lo tienen en el lomo, en su espalda; el día que caiga la última abeja, se terminan los árboles que no se pueden polinizar, se acaban las flores, se acaba el sustento, el alimento, se acaba el Sol, la luz, se acaba el mundo”, subraya esta productora indígena que cuida a la abeja ancestral, la Xunán Cab de los mayas.

“Ellas necesitan la luz para salir y de las flores para producir, por eso hay que conservarlas, y hay que conservar el medio ambiente también: no tantas quemas, no tanto fumigar, eso hace que se deteriore el Universo”, dice Anselma, cuyo santuario ha recibido la visita de delegaciones de Nueva Zelanda, España, Reino Unido y de varios estados del país.

En febrero de este año, una comitiva de ese país de Oceanía, encabezada por Mark Sinclair, embajador de Nueva Zelanda en México, visitó el santuario “Kúuchil Cab” de Xcunyá, donde escucharon, en voz de Anselma, explicaciones sobre la importancia de preservar la abeja melipona, las propiedades medicinales de su miel y la sabiduría ancestral heredada de los mayas.

Esa visita dio pie a que venga en breve a la entidad un representante de la etnia polinesia maorí de Nueva Zelanda -un país ubicado a 15 mil kilómetros de Yucatán-, productora de la abeja manuka, similar a la melipona, a fin de intercambiar experiencias sobre las técnicas de cultivo y los modelos de comercialización de la miel y sus derivados.

El trabajo y la dedicación de Anselma y su familia ha trascendido no solo al plano internacional, sino también al local y nacional.

Por ejemplo, en enero de este año, Anselma recibió el premio “Jaguar del Turismo”, que le otorgó Rosa Isela García Pantoja, presidenta de la Asociación Mexicana de la Industria Turística (AMIT)-Yucatán, en reconocimiento a la gran labor que lleva a cabo en la preservación de la abeja melipona.

“El Jaguar del Turismo es un premio único que se entrega a nivel nacional por la promoción y preservación de nuestros patrimonios históricos y culturales y el medio ambiente. Anselma lo recibe por ser una gran promotora de la abeja melipona, por sus amplios conocimientos y por preservar esta especie que está en peligro de extinción”, explica Rosa Isela García.

“Después del premio empezó a venir más gente, ya se interesan en saber más de esta abejita, de las propiedades medicinales de la miel y quieren conocer este santuario y mi jardín botánico, ha sido algo maravilloso”, afirma Anselma.

“Gracias a las noticias y al internet se supo también en otros lados y es así como me han invitado a participar en foros sobre la apicultura en San Luis Potosí, Chiapas y Puebla, allá vamos a exponer todo sobre la abeja melipona y lo que nos enseñaron nuestros abuelos”, dice esta productora de Xcunyá.

Xcunyá es una ex hacienda henequenera de menos de mil habitantes, destaca entre sus edificios la iglesia de San Juan Bautista, de estilo gótico, y se encuentra a unos 15 kilómetros al norte de Mérida.

Se puede llegar a esta subcomisaría por Tamanché o tomando una desviación del entronque a Dzibichaltún, en la carretera Mérida-Progreso.

El santuario “Kúuchil Cab” se encuentra dentro del poblado, en una calle que va a la salida a Tamanché. Es fácil llegar y dar con el lugar, pues basta con preguntar por Anselma.

Su santuario se compone de un jardín de plantas medicinales, el meliponario y una pequeña tienda de miel y productos derivados. Ella y su familia viven en el lugar.

“La melipona es una abeja ancestral, vivía en los jobones o troncos de los árboles, ese es su hábitat natural. Los abuelos las sacaban cuando las necesitaban para hacer sus ceremonias, para cicatrizar heridas, para darle a la mujeres que estaban a punto de dar a luz, se les llevaba la miel para que les dé fuerzas y no se desvanezcan a la hora del parto”, comenta Anselma.

“También los grandes reyes de la cultura maya lo utilizaban para la belleza, lo ponían en el rostro, y lo tomaban para endulzar sus bebidas.

“Ahora descubrimos que esa miel tiene muchas más propiedades: es un antibiótico natural, cura infecciones de los ojos, cataratas, carnosidad, miopía, astigmatismo, dolor de oído, dolor de garganta, asma, sinusitis, faringitis, laringitis, es buena para los pulmones, el bazo, ayuda para que fluya bien la sangre, el hígado, el corazón, el páncreas y regenera tejidos hasta para el cáncer”, afirma la apicultora.

“Si la gente no quiere tomar vitaminas y se siente débil, la miel de la Xunán Cab es la mejor, la puedes tomar aunque no tengas nada para alimentarte.

“Son abejas que cuidamos con mucho amor, como si fueran nuestras hijas. Producimos miel en gotas, jabones, shampoo, crema cicatrizante, crema para el contorno de los ojos, bálsamo de labios, desmaquillante, multivitamínico, y el propóleo que es bactericida”, detalla al hablar de los productos que elaboran.

La abeja melipona es la abeja nativa de esta región, se caracteriza por no tener aguijón y su miel es considerada medicinal.

En el mundo se conocen alrededor de 400 especies de abejas sin aguijón. En México se reportan unas 46 especies, 16 de ellas de la Península de Yucatán.

En la cultura maya, la cría de estas abejas se ligaba a la tradición religiosa para la que existe un dios guardián de las abejas meliponas, llamado Ah Mucen Kab. Existen representaciones de esta deidad en las zonas arqueológicas del área maya.

En el apogeo de esta cultura, el cultivo de las abejas meliponas alcanzó un grado de avance comparado con el cultivo de la Apis mellifera en Europa, según citan los investigadores Jorge González Acereto y José Quezada Euán en su artículo “Producción tradicional de miel: abejas nativas sin aguijón (trigonas y meliponas)”, publicado por el Centro de Investigación Científica de Yucatán.

En su jardín botánico de Xcunyá, Anselma tiene amplia variedad de plantas, entre ellas la lantana, que prepara para curar la diarrea, “sancochando siete hojitas en medio litro de agua”, según explica; el yáax xiú, que se prepara para la verruga; el muicle, que se usa para tratar la anemia y para desintoxicar el cuerpo; el Xkanán, para la diabetes, y la Siempre Viva, para tratar el cáncer.

Feliz en su santuario y su jardín medicinal, Anselma, de 58 años de edad y madre de cuatro hijos, dice que ha llegado hasta donde está gracias a las abejas meliponas y considera que, aunque ella es la que se lleva los premios, las fotos, las entrevistas y las invitaciones a foros en otros estados, las verdaderas estrellas son las Xunán Cab: “No soy yo, son ellas las que brillan…”

Información: Félix Ucán Salazar/La Vieja Guardia[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

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