Costureras mayas sortean la crisis de Covid-19, pero no la perversidad humana

Más de una docena de mujeres de comunidades mayas vieron frustado su anhelo de salir adelante en medio del peor escenario al que se ha enfrentado Yucatán en muchos años, a causa de la pandemia de Covid-19 y las dificultades económicas que ha dejado la emergencia sanitaria.

Al inicio de la pandemia se enfrentaron a una primera dificultad, la cual lograron sortear con ingenio y creatividad, pero lamentablemente la segunda embestida las dejó sin material y sin herramientas de trabajo.

La historia se remonta un poco antes de que comenzara la pandemia de Covid-19, cuando el 19 de febrero la empresaria Lizi Ancona Chuc se asoció con el contador Carlos González Caamal y crearon “Grupo Textil Ixil”, compañía dedicada a la fabricación, maquila, confección y enajenación de telas.

La empresaba confeccionaba hipiles y otras prendas típicas bordadas.

Al principio todo marchaba bien, incluso ante el panorama favorable que pintaba González Caamal, se llevaron al local de la empresa, ubicada en la calle 20 lote 20 de Ixil, cuatro máquinas propiedad de Lizi Ancona, las cuales se describen a continuación:

1.- Una máquina BMB modelo GG-1212 serie 11507001-1(1)
2.- Una máquina bordadora BMB de 12 cabezas, 12 hilos 1×1 MT Área de bordado con separadores, bastidores y caja de herramienta
3.- Una máquina bordadora BMB de cuatro cabezas, 12 hilos con área de bordado
4.- Una pieza máquina bordadora BMB de una cabeza con 12 hilos

Es importante mencionar que dichas maquinas no formaron parte de los activos de dicha sociedad, es decir, que la única y legitima dueña es la empresaria Lizi Ancona.

A principios de abril las ventas y encargos de prendas textiles disminuyeron a causa del confinamiento por la pandemia de Covid-19, y los tratos comerciales de la naciente y próspera empresa empezaron a decaer.

Para no perder todo el material que tenían en bodega y tampoco dejar sin empleo a las trabajadoras, la empresa dio un giro y comenzó a elaborar un producto que cada vez cobraba más demanda ante el avance de la pandemia: cubrebocas.

Este utensilio que ahora es de uso obligatorio comenzó a comercializarse bajo la marca “Lizier”, y tuvieron un rotundo éxito por su material, diseños y bordados. Llegaron a tener pedidos de hasta 20 mil cubrebocas.

Todo este éxito, sin embargo, no convencía a González Caamal, quien pedía que se cerrara la empresa y se acabara la sociedad, pues consideraba que Grupo Textil Ixil no lograría sobrevivir.

Cambió su comportamiento e incluso estuvo maltratando a las trabajadoras. A cada rato insistía en que las cuentas no estaban saliendo y que era mejor cerrar la empresa.

El 28 de julio del 2020, cuando Lizi Ancona llegó a la empresa a revisar los trabajos pendientes, no se le permitió el acceso a la planta, incluso González Caamal les prohibió a las empleadas que hablen con ella.

“Al ver esta situación traté de hablar de todas las formas posibles con él, pero simplemente se negó atenderme, llegando hasta sacarme de la propia empresa, así como gritándome que ‘no me dará mis máquinas y que yo le haga como quiera'”, relata la empresaria.

“Vía Facebook me enteré que estuvo vendiendo unas máquinas muy similares a las que yo llevé al taller en Ixil’, por lo cual interpuse una demanda penal por el delito de robo calificado”.

Lizi Ancona ha intentado por todos los medios contactar a González Caamal para la devolución de las máquinas, pues sin ellas la agraviada no puede trabajar.

“Con las máquinas puedo seguir trabajando y apoyando a las mujeres con las que hacíamos los cubrebocas, todo esto me está afectando a mí como empresaria, pero también está causando perjuicios a mujeres de comunidades vulnerables que gracias a la elaboración de los cubrebocas podían obtener ingresos”, asegura.

La empresaria lamenta que la demanda penal no registre avances, pues eso le impide recuperar sus máquinas y recuperarse del golpe económico que le causó el cierre abrupto de la compañía.

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