El índice de violencia de Mérida disminuiría hasta en 50 por ciento si fuera una ciudad arbolada, ya que al mismo tiempo que se protege el medio ambiente se contaría con una mejor calidad de vida, afirmó la especialista del Centro de Investigación Científica de Yucatán (CICY), Lilia Ema Carrillo Sánchez.
De acuerdo con un estudio efectuado en Sudamérica y Europa, las ciudades verdes permiten una disminución de las altas temperaturas provocadas por la burbuja de calor, así como un aumento de las lluvias y un mayor dinamismo del viento, entre otras ventajas.
Todas estas ventajas permiten una mejor calidad de vida, y por ende, una disminución de hasta el 50 por ciento de la violencia, acotó.
La densidad de una ciudad arbolada es de 16 metros cuadrados, y en el caso de Mérida apenas es de nueve, por lo que se requiere fortalecer las acciones de reforestación, y lo ideal sería el aprovechamiento de especies nativas, por lo que primero hay que empezar con las nuevas avenidas y parques, para luego concientizar a la población.
Existen árboles que sólo dan sombra, otros que sólo flores y/o frutos, así como los de ornato y los de gran altura. Independientemente del tipo, todos ellos son generadores de oxígeno y consumidores del bióxido de carbono, además que evitan el calor que ocasiona el tipo de suelo citadino.
Recordó que hace varios años, los fraccionadores dejaban un área en las aceras para que los nuevos habitantes plantar el árbol de su predilección, pero ahora ya no lo hacen, o simplemente, el propietario lo tapa, para evitar que una planta rompa su muro o fachada.
Las idóneas para las casas pequeñas son las palmeras, las cuales no ocupan mucho espacio.
Al hablar sobre la importancia de la sombra, explicó que para los meridanos es una preocupación de contar con una vivienda lo más ventiladas y fresca posible.
En ocasiones, el tipo de construcción lo imposibilita, por tener un techo bajo o su orientación respecto a la trayectoria diurna del Sol, de tal forma que sus paredes se sobrecalientan.
Ejemplificó el caso de una casa cuyo frente está al sur, durante el invierno recibirá los rayos durante todo el día.
Pero, cuando la edificación está al poniente, su fachada recibirá el Sol toda la tarde durante todo el año.
Ante este problema, propuso la plantación de árboles, cuya sombra proporcionada por estas plantas hará que los rayos solares no caigan sobre las paredes de la edificación.
Otra ventaja adicional es la producción de oxígeno durante las horas de fotosíntesis, así como la floración y la fructificación, que son las que dan el valor ornamental.
“Hay árboles para todos los gustos y necesidades, autóctonos y exóticos, tanto en colores como en sabores, sólo basta conocerlos para elegir el más adecuado”, expresó.
También varía el tipo de hojas así como los árboles que no las pierden durante el año, los que generan de sombra así los que cuyas raíces afecta, entre otros.
Entre los árboles nativos de gran porte plantar en las calles, está el ciricote (kopté), guaya, kitin che’, makulis, guayacán, pimienta de Tabasco, ramón (ox), roble (beek), tsalam, y el ya’ax niik.
Mientas que en el caso de los nativos de porte regular y pequeños para plantar en las calles está el akits, balché, campanita, capulín, chacah, flor de mayo, guayacán, jabín, ts’iuché, uva de mar, xk’anan, y el x’kan lol.
También enunció el caso de los árboles exóticos recomendables por sus características entre los cuales está el caimito, chac sikín, chooch, guayabo, naranja y otros cítricos, pata de vaca y otras orquídeas, y tamarindo.
De igual forma, entre las palmeras nativas y exóticas recomendó el cocotero en la variedad de malayo, ch’it, corozo, huano, palma real, y el pindó.
Finalmente, remarcó que entre los árboles no recomendados para las escarpas está la adelfa o narciso, ckate koox, algarrobo, almendro, amapola, aralia, árbol del pan, box katzim, casuarina, ceiba, ciprés, colorín pinto, flamboyán, de hule, laurel, lluvia de oro, mango, sauce, tulia y zapote.
