Personaje yucateco: Mariachi de Muxupip

[vc_row][vc_column][vc_column_text]Encontrar a Lidio Bote Méndez un 9 de mayo, horas antes del Día de la Madre, es una tarea titánica. El violinista e integrante del Mariachi Méndez de Muxupip está “Del tingo al tango” con eventos para homenajear a las mamás. Sin embargo, se hizo un espacio en su apretada agenda artística para platicar con nosotros, en la víspera de este día tan especial.

Porque, para que lo sepan, cada vez que les cantan a las madres, los mariachis se emocionan y hasta se les escapa un lagrimón. Pero mejor que lo cuente él, oriundo de la familia fundadora del mariachi en Muxupip, papá de dos hijos integrantes de la banda y abuelo de otros que, sin duda, se sumarán a tocar y cantar en breve…

¿Qué es ser mariachi?

Es una esencia muy arraigada a nuestras raíces mexicanas. El mariachi no pasa de moda, es algo que está siempre vigente y lo que me llama mucho la atención es que este género musical ya es escuchado por la juventud y eso antes no pasaba porque era música para gente adulta o de cantina. Hoy día acudimos a eventos y nos damos cuenta cómo la juventud canta las canciones modernas y hasta las antiguas, como las de José Alfredo Jiménez. Es algo hermoso.

¿Y qué es ser mariachi de Muxupip?

Es un orgullo. Quizás no seamos los mejores porque la cuna del mariachi está en Jalisco, sin embargo estoy seguro que nuestras melodías no le piden nada a nadie y de Muxupip hay compañeros que emigraron a CDMX y están con grupos de prestigio. Hasta hay un violinista del Mariachi Los Gallos que tocó con Luis Miguel y un trompetista que está con Mariachi 2000.

¿Cómo fue tu experiencia en este género y cómo aprendiste?

Fue un poquito dura y triste porque aprendí a la fuerza y por necesidad. Vivimos en una zona henequenera y la gente se dedicaba al campo. Mi abuelo don Félix Bernabé Méndez Aké (creador del Mariachi Méndez) desde su niñez se inclinó por la música y empezó tocando la trompeta. Luego, allá por 1972, ya tenía además guitarras y tololoche y armó un mariachi para tocar. Yo tendría siete años y me llamaba mucho la atención esa música, sobre todo el violín, porque pensaba que sólo se le pasaba una vara y salía el sonido. Entonces mi abuelo me consiguió uno y me entregó con un maestro de Motul para que me enseñara.

¿Y te resultó fácil?

Realmente no, y mi abuelo pensaba que el aprendizaje de notas y lectura era muy lento, así que como él tocaba la bandolina, me enseñaba tocando con los dedos y yo intentaba recrear el sonido con la vara. En el Mariachi Méndez empecé de niño como cantante, íbamos a las Ferias de Xmatkuil, Tizimín y Espita y me subían a las mesas a cantar, era la novedad.

¿Cómo seguiste el aprendizaje?

A los 15 años me fui a Mérida y allí aprendí un poco más de la esencia mexicana del mariachi. Tocaba con compañeros de otras partes de México y así fui adquiriendo más conocimiento.

¿Cómo es la ejecución de la música mariachi?

Su acento de ejecución es muy diferente al de la trova o tropical. La trompeta del mariachi tiene un estilo distinto, como más tosco, igual que el violín, que no suena como de conservatorio. Lo mismo pasa cuando cantamos, lo hacemos a capella, al aire libre, sin audio.

¿Hoy cómo están conformados?

Cuando mi abuelo ya no pudo trabajar, yo seguí con el mariachi. Somos seis elementos, dos trompetas, dos violines, la vigüela y el guitarrón.

¿Dónde compran los instrumentos y quién les confecciona la ropa?

Los instrumentos los puedes conseguir en casas musicales en Mérida y ahora con la ventaja de internet, muchas veces se los encargamos a los mariachis de Muxupip que están en CDMX. Para la ropa vamos a un sastre que está también en Mérida, no son como los trajes de Jalisco pero quedan muy bien. Por el trabajo artesanal llevan aproximadamente tres meses, así que hay que rogar que uno no engorde en ese tiempo (se ríe).

Cuéntanos ¿qué se siente regalar una serenata, especialmente en el Día de la Madre?

Son emociones encontradas, nos ha tocado de todo. Cuando tocamos para una mamá y está presente, nos gana la emoción y la nostalgia ver a la anfitriona caérsele las lágrimas de alegría, igual que a los hijos y eso nos emociona mucho porque siento que le estoy cantando a mi propia madre. Lo más doloroso que nos ha tocado es ir a cantar en un panteón, a la madre de aquellas personas que ya no las tienen presentes. Es un sentimiento muy doloroso, pero estamos para eso. Hay una familia de Kantunil que cada año nos contrata para tocar en el panteón.

Cuéntanos alguna anécdota divertida de tu oficio

Una vez nos contrataron para tocar en La Ceiba. Entramos en dos vehículos porque éramos muchos y luego nos estacionamos frente a una casa de dos pisos, debajo de un balcón con ventana. En punto de la medianoche comenzamos a cantar Las Mañanitas pero nadie salió a abrir la puerta, sólo vimos que se encendió la luz y apareció la silueta de una mujer detrás de la cortina… Pero nada más. Terminamos las cinco canciones y nos fuimos. Luego me enteré que en el otro vehículo venía el hombre que nos contrató. Le había llevado serenata a su novia, quien era una mujer casada. Desde el carro el hombre miró todo pero nadie salió.

En otra ocasión un hombre casado pidió serenata para su novia, de la mitad de edad que él. Nos dio la dirección y nos pagó por adelantado. También nos aclaró “Ella sabe qué rollo, quién se lo manda”. Nosotros tocamos la primera canción y salió la madre de la muchacha a preguntar quién nos había mandado. Lo único que dijimos fue que no lo conocíamos, que nos hablaron por teléfono y nos pagaron por adelantado. La mujer nos miró y nos dijo: “Ah, pues si ya les pagaron, sigan tocando…”, y así fue.

¿Cuánto cuesta una serenata?

La serenata o gallo de cinco melodías está a $1500. También hay de más melodías.

¿Las mujeres los contratan?

Sí, mujeres jóvenes para amenizar bodas y mujeres más grandes y casadas para darles serenatas a sus esposos.

¿Qué les falta para hacer de este oficio algo más cultural en Muxupip?

Que para empezar se haga un monumento de reconocimiento a mi abuelo. Siempre se lo pedimos a los alcaldes pero nunca lo hicieron. Gracias a él existe esta cultura. También estaría interesante que la Casa de la Cultura funcione como tal y allí se puedan enseñar a tocar instrumentos. Hoy día hay un maestro de secundaria que les enseña a chavos y chavas, mediante clases privadas que pagan los papás. Sin embargo, se necesitan más maestros que sepan realmente sobre la ejecución del mariachi y uno por cada instrumento sería ideal. Ah, y también nos hacen falta instrumentos, ya que pueden aprender pero no es lo mismo la teoría sin práctica.

Para contrataciones llamar a los teléfonos 9911 004596 o al 99992 508851.- CGO.

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