Maestras que a diario dan y reciben lecciones de vida

[vc_row][vc_column][vc_column_text]Son meridanas las dos pero nunca se cruzaron en la vida. Sin embargo ambas comparten desde hace años un verbo: “Enseñar”, y en circunstancias que muchas veces son adversas. Pese a eso, estas dos mujeres le ponen garra a su oficio de maestras y hoy celebran su día haciendo un balance especial sobre su profesión, a la que no cambiarían por nada en el mundo.

Y decimos que no es siempre fácil porque Geraldine Cruz Buenfil es desde hace 15 años maestra de niños de primaria de diferentes escuelas del interior del estado, donde la realidad de la educación dista bastante de la que se vive en Mérida. Por su lado, Ileana Cervera Pacheco hace 20 años que es docente y desde hace 10 años enseña a niños con cáncer en el Hospital O’Horán. Pero mejor que cuenten ellas, las que enseñan…

Maestra “todo terreno”

De escuelas del sur de Mérida a Kanasín, más tarde a Tekit, luego a Celestún y ahora a Tecoh, Geraldine es una “Maestra todo terreno”, a quien el adverbio “dónde” es el que menos le importa porque para ella el “cómo y porqué” de ser docente es la base de su vida.

Desde hace nueve años enseña en la primaria “Jesús Reyes Heroles” de Tecoh y respira más tranquila porque la carretera que le permite llegar a diario a la escuelita está en mejores condiciones desde hace unos años.

“Comencé a trabajar en escuelas del sur de Mérida, donde la realidad social es muy diferente a las del norte. Luego estuve en planteles de Kanasín, Tekit y Celestún. Viajar era muy peligroso por el estado de las carreteras y esa preocupación era constante. Una vez recuerdo que se nos pinchó una llanta camino a la escuela y era normal ver accidentes como el que tuvieron unos compañeros maestros, que se salieron del camino y fue bastante grave, aunque no fatal. Recuerdo que en Celestún había una zona donde ya no había señal de celular, o sea que si te pasaba algo, no había forma de avisar”, recuerda.

Geraldine Cruz, con sus alumnos en Tecoh

Hoy día viaja 20 minutos para llegar a la escuelita de Tecoh, donde 27 niños de segundo grado la esperan a diario para aprender. De una década a la actualidad, Geraldine ve un marcado cambio de los niños de antes con los de ahora.

“Hoy día los papás tienen que trabajar los dos y los niños se quedan al cuidado de la abuelita, quien no tiene autoridad sobre ellos. Antes los chicos se rebelaban en sexto grado (en la entrada a la preadolescencia) pero ahora, como no están con la mamá y el papá en todo el día, se plantean situaciones de ausencia de límites y falta de control y conducta desde los siete u ocho años”, explica Geraldine.

Y aunque remarca que siempre hay niños que tienen el apoyo de papá y mamá porque están pendientes de ellos, los atienden, colaboran y participan con la escuela, hay otros casos en los que eso no pasa. “Antes podías tener un problema con uno o dos traviesos, ahorita algunos papás creen que su hijo es la octava maravilla, cuando en realidad el niño necesita límites, reglas y atención. Ocurre que los padres se sienten culpables porque trabajan todo el día y las abuelitas no pueden manejar determinadas situaciones”, señala.

Sin embargo y aunque viaje por carreteras peligrosas y regrese a su casa más tarde de lo normal, para Geraldine el balance es siempre positivo. “El niño es una masa, tú lo haces a tu manera y eso es maravilloso. Los chicos son sumamente cariñosos, agradecidos y siempre expresan su cariño ante un gesto de amor que tú les des”, cuenta, emocionada.

Para Geraldine ir a la escuela no es sólo ir a aprender y a hacer tarea, es también ir a pasarla bien y más si en sus casas tienen problemas o viven situaciones especiales. “Si además de enseñarles puedo brindarles un rato agradable, pues lo hago y eso tiene su premio, como cuando te dicen ‘Yo te amo, maestra, eres como mi mamá’. Los niños son muy nobles y siempre tienen una palabra de amor”, asegura.

Y hoy en su día, como hace más de 15 años, vuelve a elegir su oficio de maestra. “No la cambiaría por nada, es la mejor carrera que elegí, con satisfacciones, momentos difíciles, pero siempre la elijo”, concluye, con una sonrisa grande.

Aprender de los guerreros

Como Geraldine, Ileana elige día a día su profesión de maestra sin temor a equivocarse. Hace más de 10 años que es docente del programa “Sigamos Aprendiendo en el Hospital”, que se imparte en el área de Oncología Pediátrica del Hospital O’Horán.

Ileana nos cuenta que la misión del programa es evitar el rezago educativo para cuando los chicos, luego de sus tratamientos o internaciones oncológicas, se reincorporen a la escuela regular. Actualmente estudian 50 niños (no todos asisten diariamente a las clases) de entre seis y 12 años.

“Hacemos que los niños sientan que -no porque están enfermos- no pueden hacer ciertas cosas, como seguir con su vida. Se les trata igual que a cualquier alumno y les explicamos que van a continuar con sus estudios en la medida que su salud se los permita”, explica.

Y la respuesta de estos guerreros que tienen cáncer es positiva en la mayoría de los casos. “El 80% de los niños lo toma con naturalidad y son cooperativos y para que se sientan así de bien hacemos del aula educativa un lugar de felicidad, con juegos y premios cuando terminamos de estudiar y así ellos olvidan un poquito el ambiente hospitalario”, relata la maestra.

Para aquellos peques que, por cuestiones más graves de salud, no pueden acercarse hasta el aula hospitalaria, Ileana va con su “Escuela móvil” hasta el área donde el niño está ingresado en su cama. “Ahí les damos clases y les dejamos tarea para que sigan estudiando. Si necesitan algo, los papás nos llaman y volvemos a explicarles”, detalla.

Como “privilegio” define Ileana su oficio de maestra. “Lo hago con muchas ganas, amor y paciencia. Es una profesión que estoy encantada de haber elegido y es especialmente gratificante porque siento que logro que los niños se sientan un poco más cómodos cuando estudian y a su vez están pasando por un tratamiento oncológico”, indica.

Pero sin duda se lleva el premio grande cuando nos cuenta cómo aprende de ellos. “Estos niños dan lecciones de amor a la vida y de valentía para afrontar las adversidades. Ellos son almas frescas y no tienen negatividad ante cualquier circunstancia que estén pasando. Eso te alienta y te muestra sin duda que tus problemas como ser humano son sin duda menores”, dice, también con una gran sonrisa dibujada en la cara.- Cecilia García Olivieri[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

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