Belleza que ofrece consolación y esperanza en el poniente meridano

[vc_row][vc_column][vc_column_text]Michelangelo Buonarroti. Miguel Angel. “Il Divino”.

El niño que perdió a su mamá cuando sólo tenía seis años y “mamó” (literalmente) de su nodriza –esposa de un picapedrero- la pasión por la piedra que se convierte en arte.

El adolescente que estudió gramática en Florencia pero un día se enfrentó a su padre y se animó a decirle que no, que a él le gustaba el arte.

El joven de menos de 30 años que creó “El David” y “La Piedad”, con vigencia por los siglos de los siglos (¿Podría algún millennial hacer algo así hoy día?).

El escultor, pintor, arquitecto y poeta. Porque Michelangelo también escribía versos eróticos. Tuvo grandes amores en su vida, mucho de ellos hombres como los que pintaba o esculpía. También amó platónicamente a una mujer, Vittoria, hasta que ella murió.

“Il Divino” que tenia colegas enemigos, como Bramante y Rafael, quienes un día, cuando Miguel Angel se ausentó por unos días de su trabajo en la Capilla Sixtina para ir a su natal Florencia, se metieron a hurtadillas para ver su trabajo y se quedaron petrificados ante tanta creación.
Cuentan que cuando Miguel Angel regresó, se dio cuenta que alguien había estado husmeando porque los andamios estaban en distinta posición de cómo los había dejado.

Michelangelo censurado, sobre todo cuando llegó la Contrarreforma y comenzaron a tapar los desnudos de sus obras de arte.

Dicen que el Papa Julio II, ansioso por ver la obra de la Capilla Sixtina terminada, le preguntaba constantemente “¿Cuándo terminas?” A lo que Michelangelo daba siempre la misma respuesta: “Cuando termine”.

Buonarroti solitario, iracundo, soberbio, avaro.

Este era el hombre que creó arte que se convirtió en vida eterna, que fusionó la cultura con lo celestial, que convirtió una cuestión de fe en humanidad. Porque sus esculturas y pinturas nunca se morirán y trascenderán generaciones como lo vienen haciendo hace siglos.

Y desde anoche, su arte convertido en vida eterna se puede apreciar en la réplica de la Capilla Sixtina que visita Mérida desde hoy y hasta el 7 de diciembre, en el marco de Mérida, Capital Americana de la Cultura.

Precedidos por el alcalde Mauricio Vila Dosal, promotor de este evento en la ciudad, autoridades eclesiásticas, militares, políticos y medios de comunicación se dieron cita anoche para participar del corte del listón.

El italiano Roberto Romano, secretario de Museos Vaticano, tomó la palabra y en un español muy claro y gestual manifestó que “la belleza que brinda el arte de la Capilla Sixtina ofrece consolación y esperanza y da un mensaje comprendido por todos, porque no es sólo una cuestión de fe, es una cuestión de humanidad”.

Había que verlo con nuestros propios ojos, sin duda.

Así que entramos como en un túnel de paño morado y negro que -¿Por qué no?- nos teletransportó a otro lugar y a otra época. El aire se puso fresco y hasta frío, levantamos la cabeza y se hizo la luz.

En el mismo lugar donde se hace el cónclave para elegir Papa y sale el humo negro o blanco, ahí estaba el arte de Michelangelo esperándonos. No era su mano la que pintó, eran millones de microfotografías tomadas de su obra en 170 días lo que hicieron toda la puesta en escena y cubrieron todo de paños. Tampoco pisamos el suelo que él pisó, pero la réplica es tan buena que nos traslada a varios siglos atrás, como si siguiéramos sus pasos.

Personas que han estado en la verdadera Capilla Sixtina dicen sentir la misma impresión de asombro y magnificencia ante tanta creación. Es la historia del mundo y de la humanidad antes, durante y después de la llegada de Cristo.

Micheangelo comenzó a trabajar desde la pared de la entrada hasta el fondo del altar. En la parte central de la bóveda, pintó una serie de escenas del Génesis que muestran la Creación, la Relación de Dios con la Humanidad y la Caída del Hombre. Sin embargo el Juicio Final es una de las representaciones que más fascinan al espectador, quizás por ser uno de los frescos más polémicos y por el cual “Il Divino” fue hasta acusado de hereje. Aparecen el cielo y el infierno en una forma tan cruda y explícita, como sólo Buonarroti podía contarlo.

Que no se lo cuenten… Vaya a verlo con sus propios ojos. Y no vaya solo, lleve a su familia, lleve a sus hijos. El recorrido es explicado y vale la pena, tanto para grandes como para chicos.

La entrada es libre y gratuita, pueden obtener boletos a través de internet en la página del Festival Mérida, Capital Americana de la Cultura 2017, ó hacer fila en el mismo sitio. Los horarios de visita son de 10 de la mañana a 7:40 de la noche, de lunes a domingo y hasta el 7 de diciembre. Ah, y la explanada de la ex central de Abastos cuenta con estacionamiento. En serio, que no se lo cuenten.- Cecilia García Olivieri.

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